martes, 26 de agosto de 2008

La mision alemana de vuelo a vela


Una multitud se reunió la apacible mañana del 17 de marzo de 1934 en el puerto de Buenos Aires. Los diarios hablaban de un grupo de pilotos y científicos alemanes que venían a experimentar con algo novedoso y extraño llamado “vuelo a vela”.
Del buque descendieron cinco extraños personajes: Walter Giorgii, el mas prestigioso meteorólogo del mundo, quien con sus estudios sobre la corrientes térmicas había liberado a los planeadores de la necesidad de mantenerse siempre sobre las laderas. Hanna Reitch, una hermosa adolescente, entonces casi desconocida, pero que daría mucho que hablar. Completaban el grupo Wolf Hirth, Heini Dittmar y Peter Riedel, campeones mundiales de vuelo a vela.
También llamaron la atención los cinco tipos de planeadores que traían consigo, bautizados como Fafnir, Moazagolt, Cristian, Cóndor y Grunau Baby. De este último dejaron de regalo planos a partir de los cuales se fabricaron en Argentina, bajo licencia o en forma experimental, más de 200 “babys” Muchos de estos aún están en vuelo.
Todos los participantes tenían merito suficiente para participar de la misión. Hanna, la más joven, tenía en su haber el record mundial de altura en planeador, conseguido en forma accidental. Un día paseando en una soleada mañana por la medieval ciudad de Hirschberg, enclavada entre cerros, Hanna se encontró con Wolf. El joven, muy entusiasmado, la invita a probar la más moderna adquisición del club, el planeador Grunau Baby.
Minutos más tarde, vestida tan solo con una blusa liviana y pollera, Hanna se estaba sentada en los controles de la aeronave mientras es remolcada por Wolf desde un biplano.
Dejemos que ella nos cuente: “me liberé del remolque sintiéndome muy confiada, al hallar ascenso comencé a dar vueltas en circulo, el variómetro primero marcaba 1 metro de ascenso por segundo, luego 2 y luego 3, cada momento ascendía mas rápido. Al mirar por encima noté una monstruosa nube negra que me tragaba y me vi sumergida en su negrura... a más de 4000 mts. rompí la cabina con las manos desnudas, ya azules por el frío, para poder ver. Finalmente me encontré picando invertida hacia la montaña, enderecé el aparato aterricé en la terraza de un hotel de esquiadores”
Las acrobacias y “locuras” del grupo electrizaron al país, sacudiendo la modorra de la siesta de los fraudulentos y autoritarios años 30.
Peter Riedel, tras volar 7 horas sobre Buenos Aires y alrededores, aterrizó en la plaza frente a la terminal de trenes de Retiro, a la vista de miles de sorprendidos porteños que regresaban a su casa.
Wolf Hirth realizó en Palomar 74 loopings seguidos, descendiendo un poco mareado.
Hanna, al mando del planeador Christian, realizó vuelos de larga duración que le valieron la Medalla Internacional de Plata.
En aquellos años, la sociedad todavía trataba a la mujer como a un eterno menor, que debía se protegido y controlado. Tal era la pacatería reinante que cuando una dama de la aristocracia, Victoria Ocampo, salió de su casa conduciendo un auto, algo nunca antes visto, el escándalo fue gigantesco.
El efecto que causó en la población ver a la veinteañera Hanna, vistiendo con pantalones y campera de cuero, cruzar los cielos en aviones sin motor, fue inmenso. Numerosas mujeres la imitaron ingresando a las academias de vuelo, aunque varias de estas fueron después cediendo a las presiones familiares y abandonaron.
Los principales objetivos del viaje eran fomentar el vuelo a vela e investigar las condiciones para esta actividad en América del Sur.
Walter Giorgii, dio una importante conferencia en la Facultad de Ingeniería, revolucionando el estudio de la meteorología y la aerodinámica.
Hanna Reistch fue tapa de la revista “El Gráfico” de abril de 1934.
La misión dejó el país el 13 de abril de 1934 y su influencia en el vuelo deportivo argentino fue tan enorme que aún hoy se siente. Regresaron a un país donde se apiñaban nubarrones mas negros que el que se tragó el baby de Hanna.
¿Que fue de la vida de estos cinco personajes?
Walter Giorgii regresaría a la Argentina luego de la guerra para radicarse en Mendoza y ejercer la docencia en la Facultad de Cuyo. Fue un hombre muy querido y un verdadero sabio. Allí diseño numerosos sistemas para combatir el granizo, que causaba enormes destrozos en los viñedos y por consiguiente en la economía de la región. Además participó como meteorólogo de lujo en muchos campeonatos de vuelo a vela.
Peter Riedel ingresó como piloto a Lufthansa, tal como era su sueño, aunque se transformó en pesadilla al ver como la aerolínea era rápidamente militarizada por decisión de Hitler. Durante la guerra fue designado agregado aeronáutico en la embajada alemana de Suecia, donde accedió a documentación secreta sobre las matanzas de los nazis. Horrorizado se unió a la resistencia anti-nazi, pero fue delatado por un amigo y debió huir. Finalizada la guerra trabajó como piloto de TWA y Pan Am, muriendo en 1998.
Wolf Hirth, pese a volar con una pierna de palo, siguió batiendo records y fundó la fábrica de planeadores Schemmp- Hirth, murió en 1959 de un ataque cardíaco mientras realizaba una exigente acrobacia.
Heini Dittmar y Hanna Reitsch se convirtieron en pilotos de prueba de la Luftwaffe (Fuerza Aérea Alemana). Hanna cruzó los Alpes en planeador y voló el primer helicóptero del mundo en el estadio cubierto de Berlín. Ambos probaron el avión cohete Me163 (ver experimental y deportiva Nº 18). Según su amigo Hans Bott, se subía al peligroso aparato cantando de felicidad. Los últimos días de la guerra Hanna atravesó Berlín en llamas a bordo de un Fieseler Storch, aterrizando bajo fuego de artillería enemiga en la avenida Charlottenburg, se encontró con Hitler y ofreció rescatarlo, a lo que este se negó, por lo que escapó en otro avión solo con el general Von Greim. Por estas acciónes fue puesta en prisión por los aliados y desposeída de todas sus licencias de vuelo. Regresó a Argentina por poco tiempo en los años 50, y luego se dedicó a batir 40 records mundiales en planeador, siendo recibida en la Casa Blanca por el matrimonio Kennedy. Murío ya anciana una tarde de 1977, supongo que feliz porque esa mañana había ido a su club de planeadores a volar.

Horacio Rivara
(Autor del libro: La Luftwaffe en Argentina) Mail del Autor: vhrivara@copetel.com.ar

1 comentario:

walter dijo...

Querido Horacio: No seas vagoneta y metéle algo al blog!!

Walter